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Segovia
Qué visitar en Segovia: El Acueducto, la Catedral, el Alcázar y más
Segovia, ciudad castellana declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985, es una ciudad histórica, poblada por los antiguos iberos y otras culturas preromanas, fue conquistada por los romanos en el año 80 a.C., quienes dieron a Segovia uno de sus monumentos más destacados: El Acueducto. Pero en Segovia no tenemos solamente el Acueducto. Deberíamos recorrer toda la ciudad para conocer en detalle todo lo que Segovia nos ofrece.
Podríamos comenzar nuestra visita a Segovia por el Azoguejo, diminutivo de zoco, frente al zoco grande, que era la Plaza Mayor. Centro de reunión, nexo de comunicaciones, calles y carreteras, centro de comercio y contratación, ha sido el centro vital de la ciudad. Es uno de los lugares que ha experimentado mayores transformaciones, como se puede apreciar en los grabados de época.
El Acueducto romano, el monumento más emblemático de Segovia, traía agua desde La Acebeda (17 Kms), y atravesando la ciudad llegaba hasta el Alcázar. Su solera -las hipótesis apuntan al siglo I, en la época de los Flavios, y también a la época de Nerva o Trajano- no impide que encabece la clasificación de mejores obras de ingeniería civil en España.
Sus 166 arcos de piedra granítica del Guadarrama están constituidos por sillares unidos sin ningún tipo de argamasa mediante un ingenioso equilibrio de fuerzas. Obra extraordinaria, en la que la utilidad convive con la armonía y la belleza, ha prestado servicio a la ciudad hasta fechas recientes. A través de los siglos, apenas ha sufrido modificaciones; sólo durante el ataque contra Segovia dirigido en 1072 por el musulmán Al-Mamún de Toledo sufrieron deterioro 36 arcos; los daños fueron restaurados en el siglo XV.
Desde antiguo, existen dos hornacinas que probablemente protegían a dioses paganos, sustituidas en tiempo de los Reyes Católicos por las imágenes de San Sebastián y de la Virgen. Bajo las hornacinas existió una leyenda en letras de bronce, relativas a la fundación del puente, de la que hoy sólo queda el rastro de la inscripción.
La calle principal de la ciudad, por la que subimos hasta la Plaza Mayor -Calle Real- es la de más tránsito y comercio. Partiendo del Azoguejo está dividida en los siguientes tramos: Cervantes, Juan Bravo, Plazuela del Corpus e Isabel la Católica. Arteria principal de la ciudad recoge un interesante conjunto arquitectónico que partiendo de los siglos XV y XVI llega hasta comienzos del siglo XX.
La primera parada es el Mirador de la Canaleja desde el que se contempla la montaña de la Mujer Muerta y el Barrio de San Millán. A pocos metros está La Casa de los Picos. El edificio perteneció a Juan de la Hoz quien le añadió a la fachada los picos para cambiar el carácter de la casa que era conocida como la Casa del Judío o Casa del Verdugo. A su lado se abría la Puerta de San Martín destruida en 1883.
Junto a este edificio, el visitante curioso puede asomarse al patio de columnas renacentistas del Palacio de los Torreagero de los siglos XV-XVI. Su estructura -tres lados porticados y uno sin columnas- es típica de los patios de la ciudad.
Continuando la Calle Real, en la pequeña Plaza del Platero Oquendo, se alza el Palacio del Conde Alpuente, de fines del siglo XV. Además de sus delicadas ventanas de estilo gótico flamígero destaca su esgrafiado. Siguiendo por la callejuela, La Alhóndiga, edificio segoviano del siglo XV que fue almacén de cereales, pósito municipal, que conserva su estructura funcional; reconvertido hoy en Archivo Municipal y Sala de Exposiciones de Segovia.
De vuelta a la Calle Real aparece la deliciosa Plaza de Medina del Campo, conjunto arquitectónico con una configuración en niveles que recuerda a las plazas italianas por sus elegantes edificios. Preside la Iglesia de San Martín. El espléndido templo, un compendio del románico castellano, está definido por un triple atrio de columnas dobles -acogedor lugar de reunión en ciudades frías- tres ábsides, una torre mudéjar y un cimborrio. Especial interés poseen los capiteles labrados y las cuatro estatuas columnas de la fachada. En su interior se puede contemplar un Cristo yacente atribuido a Gregorio Fernández y dos magníficos trípticos hispano flamencos.
Pero hay más detalles especiales en la Plaza de Medina del Campo, habitación de juegos para los segovianos cuando, con el buen tiempo, los bares y restaurantes extienden sus terrazas animados por los conciertos de jazz, música popular o títeres. En la plaza se hallan la Casa Solier y la Casa de Bornos, ambas del siglo XVI precedidas por una fuente con figuras de leones y niños.
Junto a ellas aparece el Torreón de Lozoya (s. XIV), altiva torre rectangular de tipo defensivo. Su interior, embellecido por dos patios renacentistas, ha sido reconvertido en centro cultural por la Caja de Ahorros de Segovia. La Casa del Siglo XV conocida como Casa de Juan Bravo y la Casa de los Mexía Tovar son otros ejemplos de los palacios que configuran esta plaza.
Una estatua de Juan Bravo realizada por el escultor Aniceto Marinas, situada en el primer tramo de la escalinata y dos esfinges neoclásicas de piedra con cabeza y busto de mujer y cuerpo de leonas, conocidas popularmente como Las Sirenas, culminan la plaza.
En la parte alta de la misma, en la Calle José Canalejas, nos encontramos con el Hospital de Nuestra Señora de la Concepción, conocido popularmente en Segovia como "Hospital de viejos". Este edificio del siglo XVI forma parte del antiguo Palacio de Enrique IV, llamado el Real de San Martín. Este monarca de la casa de los Trastámaras, de gustos orientales y fuertemente atraído por la cultura, propició la construcción de importantes obras de estilo mudéjar.
El complejo palaciego, que ocupaba una manzana completa, quedó dividido entre edificaciones pertenecientes a las familias Mercado, Barros y Porras. Desde abril de 1998 alberga el Museo "Esteban Vicente", perteneciente a la Diputación Provincial de Segovia, con una colección permanente del pintor segoviano perteneciente a la Escuela de Nueva Cork, y un Centro de Arte Contemporáneo con interesantes exposiciones temporales de interés internacional.
Retomando la principal arteria ciudadana y comercial de la capital, a la derecha está la Cárcel Real o Cárcel Vieja, hoy Biblioteca Pública. Utilizada como prisión hasta 1933, en sus celdas estuvo encarcelado el dramaturgo Lope de Vega en 1577. Su portada está presidida por el escudo de Los Austrias y en el interior existen restos románicos trasladados desde la iglesia de San Medel.
La última parada antes de pisar la Plaza Mayor es la Plazuela del Corpus, dominada por el convento del mismo nombre, antigua Sinagoga Mayor. El edificio, dañado por un incendio en 1899, fue reconstruido a finales del siglo pasado.
La Plaza Mayor es el corazón de la ciudad, fue fruto de la política urbanística del siglo XVII. Denominada Mayor desde 1461, fue el hundimiento (1532) de la iglesia de San Miguel, que estaba situada en la zona central y fue reconstruida en un lateral, la que propició su diseño actual. La Ordenación trazada por Brizuela en 1623, está dominada por la presencia del Ayuntamiento (1610), con fachada de granito, torres con chapiteles de pizarra y reloj con campanas.
En la plaza con soportales y decorada por un kiosco de música se ubica el edificio del Teatro Juan Bravo (1917), punto de encuentro de la vida cultural de la ciudad. Junto a él la Iglesia de San Miguel, de estilo gótico, con elementos románicos del primitivo templo en cuyo atrio se celebró la proclamación de Isabel la Católica como Reina de Castilla en 1474.
Casas construidas en los años 20 y 30 rodean el perímetro de la plaza y la conceden un perfil regular y agradable. Destacan los pináculos del ábside de la Catedral, punto de reunión vespertino de las cigüeñas.
De estilo gótico tardío, comenzó a construirse, con la colaboración desinteresada de los segovianos, en 1525, por la familia Gil de Ontañón, tras quedar destruida la Catedral Vieja -situada en los actuales jardines del Alcázar- durante la Guerra de las Comunidades en 1510. En su exterior, al oeste la fachada principal, conocida como Puerta del Perdón, junto a la que se extiende el Enlosado, un espacio utilizado para actividades culturales; la Puerta de San Geroteo, primer obispo de Segovia, al sur, y, al norte, la Puerta de San Frutos, construida en honor del patrono de la ciudad a principios del s. XVII.
Otro foco de interés es el ábside, que linda con la Judería Vieja, aderezado por contrafuertes y pináculos del gótico florido, de piedra caliza.
La grandiosidad y armonía de dimensiones define el interior. Observación pausada merecen las vidrieras (s. XVI), el Retablo Mayor dedicado a Nta. Sra. de la Paz (s. XIV), la sillería del coro (fines del s. XV) procedente de la Catedral Vieja, los bellos órganos barrocos, la rejería o el trascoro neoclásico que guarda la urna de la reliquia de San Frutos. Se recomienda la visita a las 18 capillas que se encuentran en la girola y en las naves laterales, con importantes pinturas y esculturas.
Un claustro, de la escuela de Juan Guas, precede a las salas del Museo Diocesano, que cuenta con piezas de orfebrería, pintura, escultura, etc... Destaca la colección de tapices de Bruselas del s. XVII que cubre los muros de la Sala Capitular. El Archivo Catedralicio conserva más de 500 incunables, entre ellos el Sinodal de Aguilafuente, primer libro impreso en España.
Frente a la Catedral, se alza el Palacio del Marqués del Arco (s. XVI) con un precioso patio renacentista. Más adelante aparece el antiguo Corral del Mudo, uno de los últimos vestigios de los corrales de los barrios judíos, que acoge un caserío tradicional de arquitectura de ladrillo con entramado de madera.
Casas nobles con esgrafiados y bonitos patios nos acercan hasta la Plaza de la Merced, con la iglesia románica de San Andrés, rincón típico de la ciudad y espacio verde que invita al descanso.En el último tramo hasta llegar al Alcázar de Segovia, atravesamos el barrio de Las Canonjías.
El perfil del Alcázar aparece como un buque imaginario sobre el tajo en el que confluyen los ríos Eresma y Clamores, festoneado por el escenario de ocres y azules de la llanura y la sierra. Le anteceden unos cuidados jardines con la estatua de los héroes de la Guerra de la Independencia Daoiz y Velarde, obra del escultor segoviano Aniceto Marinas. A la izquierda la Casa de la Química, construida en la época de la Ilustración y centro de investigación de Louis Proust.A ambos lados del castillo se nos ofrecen espléndidas vistas del Pinarillo (con el cementerio judío) y la Iglesia de la Vera Cruz y Zamarramala.
Un profundo foso con puente levadizo abre paso a una fortaleza de ubicación privilegiada, posiblemente habitada desde la época celta. El castillo, convertido en Alcázar -residencia real- en el s. XIII, adquirirá su fisonomía gótica en los tiempos de Juan II y Enrique IV. Su restauración ha sido continua tras un grave incendio ocurrido en 1862 y que a punto estuvo de destruirlo definitivamente. Sin embargo, en 1882, reinando Alfonso XII, se inició su reconstrucción, ya nunca abandonada por el Patronato del Alcázar, que ha ido restaurando artesonados, frisos, retablos y muros.
En la silueta del monumento destaca la torrecita de Alfonso X El Sabio, en el ángulo norte, desde la que este monarca estudiaba el firmamento y la torre de Juan II, de 80 metros de altura, con bellos esgrafiados y doce torrecillas adornando su volumen. A través de una empinada y extenuante escalera de caracol, el visitante puede acceder a la parte superior de la torre, desde donde se divisa una bellísima vista de la ciudad, así como los barrios de San Marcos y Zamarramala y la cantera de la que se extrajo parte de la piedra empleada en la construcción de la Catedral.
En el interior, y alrededor del Patio de Armas -marco habitual de conciertos de música de cámara- y del Patio del Reloj se sitúan las estancias. A la izquierda están las salas dedicadas al Colegio de Artillería; a la derecha, el Palacio de los Reyes de Castilla, núcleo principal del edificio. Sobresalen por su belleza la Sala de Ajimeces, con retratos de reyes y armaduras; de la Galera, con vidrieras modernas realizadas por el artista segoviano Carlos Muñoz de Pablos; del Trono -con una llamativa cúpula mudéjar-; de la Chimenea; del Cordón; de las Piñas, con un artesonado formado por 92 piñas doradas; la Cámara Regia; Tocador de la Reina y Capilla, con un lienzo de Bartolomé Carduccio, entre otras estancias.
De todas ellas, destaca la Sala de Reyes con un extraordinario artesonado de hexágonos y rombos dorados y un original friso en el que 52 imágenes policromadas y sedentes representan a los Reyes y Reinas de Asturias, León y Castilla desde Don Pelayo hasta Juana la Loca.
El Acueducto
El Acueducto de Segovia es uno de los monumentos más significativos y mejor conservados de los que dejaron los romanos en la península ibérica. Se trata probablemente del símbolo más importante para los habitantes de Segovia, hasta el punto de figurar en su escudo.
La falta de inscripción, que estaba situada en el ático del acueducto, hace que no se pueda saber con certeza la época exacta en que fue construido. Los investigadores lo sitúan entre la segunda mitad del siglo I y principios del II, en tiempo de los emperadores Vespasiano o Nerva. No se conoce el origen de la ciudad. Sí se sabe que la zona estaba poblada por los vacceos antes de su conquista y que quizá hubiese asentamientos de tropas para su control y vigilancia. En cualquier caso, la zona perteneció al convento jurídico de Clunia.
El Acueducto conduce las aguas del manantial de la Fuenfría, situado en la sierra cercana a 17 kilómetros de la ciudad, en un paraje denominado La Acebeda. Recorre más 15 kilómetros antes de llegar a la ciudad. El agua se recoge primeramente en una cisterna conocida como el nombre de El Caserón, para ser conducida a continuación por un canal de sillares hasta una segunda torre (llamada Casa de Aguas), donde se decanta y desarena, para continuar su camino.
Después recorre 728 metros (con una pendiente de un 1%) hasta lo alto del Postigo (el espolón rocoso sobre el que se asentaba la ciudad en torno al Alcázar). Antes, en la plaza de Díaz Sanz, hace un brusco giro y se dirige hacia la plaza del Azoguejo, donde el monumento presenta todo su esplendor.
En la parte más profunda mide 28,5 metros (con cerca de 6 metros de cimientos) y tiene dos órdenes de arcos que se sostienen con pilares. En total tiene 167 arcos. Desde su llegada a la ciudad hasta la plaza de Díaz Sanz hay 75 arcos sencillos y a continuación 44 arcadas de orden doble (esto es, 88 arcos), siguiendo después otros cuatro arcos sencillos.
En el primer sector del acueducto aparecen 36 arcos apuntados, reconstruidos en el siglo XV para restaurar la parte destruida por los musulmanes el año 1072. En el piso superior, los arcos tienen una luz de 5,10 metros, con los pilares de menor altura y grosor que los del piso inferior. El remate es un ático por donde discurre el canal conductor de agua (con una sección en forma de U de 180 x 150 cm), adaptándose el piso inferior a los desniveles del terreno. En el piso inferior, los arcos tienen una luz que oscila alrededor de los 4,50 metros y los pilares disminuyen su grosor de manera escalonada, de arriba abajo: en la coronación tiene una sección de 1,80 x 2,50 metros, mientras que en la base llegan a alcanzar 2,40 x 3 metros.
El Acueducto está construido con sillares de granito colocados sin argamasa entre ellos. Sobre los tres arcos de mayor altura había en la época romana una cartela con letras de bronce donde constaba la fecha y el constructor. También en lo alto pueden verse dos nichos, uno a cada lado del acueducto. Se sabe que en uno de ellos estuvo la imagen de Hércules Egipcio, que según la leyenda, fue el fundador de la ciudad. Ahora pueden verse en esos dos nichos la imagen de la Virgen de la Fuencisla (patrona de la ciudad) y San Esteban.
El día 4 de diciembre, onomástica de Santa Bárbara, patrona del cuerpo de Artillería, cuya academia está en Segovia, los cadetes arropan la imagen de la virgen con una bandera. La línea de arcos se levanta organizada en dos pisos, con una decoración sencilla en la que predominan unas sencillas molduras que enmarcan y estructuran el edificio.
En tiempos de los Reyes Católicos se realizó la primera gran obra de reconstrucción del acueducto. Se encargó de las obras el prior del monasterio cercano de los Jerónimos del Parral, llamado don Pedro Mesa. Se reedificaron 36 arcos, con mucho respeto hacia la obra original. Más tarde, en el siglo XVI, fue cuando se pusieron en los nichos centrales las estatuas antes mencionadas de la Fuencisla y San Esteban.
El acueducto es el hito arquitectónico más importante de la ciudad. Se ha mantenido en activo a través de los siglos y quizás por eso haya llegado al tiempo presente en perfecto estado. Hasta casi nuestros días proveía de agua a la ciudad de Segovia, y más concretamente a su Alcázar.
En los últimos años ha sufrido un patente deterioro debido a la contaminación (calefacciones y tráfico rodado, que hasta hace poco pasaba entre los arcos) y a los propios procesos de erosión del granito. Las vibraciones originados por el tráfico, contra lo que se pudiera pensar, no le afectan debido a su gran masa e inercia. Para garantizar su supervivencia, se ha procedido a un minucioso proceso de restauración que ha durado casi 8 años, bajo la dirección del arquitecto Francisco Jurado, al tiempo que se ha desviado el tráfico rodado de las inmediaciones del monumento (la plaza del Azoguejo se ha transformado en zona peatonal).
La leyenda del Acueducto de Segovia
Según una leyenda, fue la pereza y no los romanos los constructores del acueducto. Una muchacha que trabajaba como aguadora, harta de arrastrar el cántaro por las empinadas calles de la ciudad, llegó a un pacto con el diablo: el diablo se quedaría con el alma de la mujer si, antes de que cantara el gallo, el agua llegaba hasta la puerta de su casa. Cuando cayó la noche, una gran tormenta se cernió sobre la ciudad. Sólo la muchacha sabía que no era un simple tormenta, sino el mismo diablo cumpliendo lo que ella le había pedido. Sin embargo, se arrepintió y rezó hasta la extenuación para evitar el cumplimiento del pacto. De pronto, el gallo cantó y el Maligno se dio cuenta de que, por una sola piedra sin colocar, había perdido el alma.
La muchacha confesó su culpa ante los segovianos que, tras rociar con agua bendita los arcos para eliminar el rastro de azufre, aceptaron felices el nuevo perfil de la ciudad. Convencidos de que había sido un milagro que la muchacha escapara de las garras del diablo, se ordenó colocar una imagen de la virgen y de San Esteban en las hornacinas del acueducto.
El Alcázar
La situación del Alcázar de Segovia, sobre una roca labrada por los ríos Eresma y Clamores, indica el origen militar de esta fortaleza durante siglos inexpugnable.
El testimonio más antiguo de la existencia del Alcázar de Segovia es un documento de principios del siglo XII, fechado en 1122, poco después de la reconquista de la ciudad por Alfonso VI, que menciona la fortaleza como un castro sobre el Eresma. En una carta algo posterior (1155) ya se le da el nombre de Alcázar. No obstante, es muy probable que la fortificación existiese en tiempos más remotos, quizá desde la dominación romana, pues en recientes excavaciones se ha encontrado sillares de granito análogos a los del Acueducto. En la Edad Media, el Alcázar, tanto por la belleza de su situación y su indiscutible seguridad militar, como por la proximidad a famosos cazaderos en los bosques serranos, se convirtió en una de las residencias favoritas de los Reyes de Castilla.
No se han encontrado vestigios arquitectónicos notables de este Palacio Real anteriores a la época de Alfonso VIII "el de Las Navas", aproximadamente a finales del siglo XII y principios del siglo XIII. Sin embargo, lo cierto es que se consolida el proceso que de forma progresiva va convirtiendo la fortaleza en residencia cortesana. La reforma se hizo cuando se iniciaba la transición del románico al gótico, con la sobriedad elegante del estilo del Císter. Sin duda pertenece a este tiempo la gran grujía del lado norte, compuesta por una gran estancia, flanqueada en los extremos por gabinetes, al estilo oriental, llamada "sala del Palacio Mayor". Al mismo impulso constructivo, que constituye el núcleo del Alcázar, corresponde la gran torre del poniente, llamada "Del Homenaje", con su estancia cubierta de cañón apuntado, que sirvió de sala de armas, y sus ventanales germinados. A pesar del tono cisterciense de estas construcciones, lo morisco aparece en la decoración pictórica, con zócalos de lacerías pintadas de rojo sobre el fondo claro del estuco.
Alfonso X El Sabio demostró hacia Segovia una extrema predilección e hizo del Alcázar una de sus residencias favoritas, hasta los últimos años de su vida, en los que celebró Cortes en esta ciudad que le había permanecido fiel.
En el siglo XIV, Segovia fue testigo de combates entre bandos nobiliarios a los que no fue ajeno el Alcázar, obligando el nuevo empleo de la artillería a reforzar sus murallas y ampliar su sistema defensivo.
Los reyes de la dinastía de Trastámara aprovecharon la nueva crujía, construida paralelamente a la primitiva, para convertirla en un suntuoso conjunto de salones al estilo de los alcázares andaluces. La decoración gótico- mudéjar de estas salas se inicia con la reina Catalina de Lancaster, regente de su hijo Juan II. Durante el reinado de este último tuvieron lugar en el Alcázar las grandes fiestas cortesanas evocadas por Jorge Manrique en sus célebres "Coplas".
Enrique IV, tan amante de Segovia, continuó embelleciéndolo y en su reinado debió terminarse la gran torre que lleva el nombre de su padre. Fue el Alcázar fortaleza clave para el dominio de Castilla y de él salió Isabel la Católica para ser proclamada reina en la Plaza Mayor. También tuvo importancia este castillo en las luchas civiles de todas las épocas sucesivas, desde el reinado de Juana la Loca y la Guerra de las comunidades hasta la Guerra de Sucesión en el siglo XVIII y las guerras Carlista en el XIX.
Los reyes de la Casa de Austria lo visitaron frecuentemente y Felipe II celebró en él la boda de velaciones con su cuarta esposa, Ana de Austria. Este rey realizó importantes obras en el Alcázar, como el patio herreriano o cubrir las techumbres con agudos chapiteles de pizarra al estilo de los castillos centroeuropeos.
Más tarde comienza a utilizarse la fortaleza como prisión de Estado, donde estuvieron confinados importantes personajes. Así permaneció hasta que en 1762 Carlos III fundó en Segovia el Real Colegio de Artillería, cuyo primer Director fue el conde Félix Gazola, quedando instalado en el Alcázar en 1764. Este centro permaneció aquí, con leves paréntesis hasta el 6 de mazo de 1862, día en el que un incendio destruyó las techumbres. A partir de esta fecha el Colegio, luego la Academia de Artillería, pasó al Convento de San Francisco de Segovia, El Alcázar fue restaurado, en 1898 se instaló en la primera plante del edificio el Archivo General Militar y en 1953 se creó el Patronato del Alcázar de Segovia, responsable del actual Museo.
Gastronomía
La gastronomía es uno de los mayores atractivos de Segovia, capital y provincia. Apoyada en los excelentes productos agrícolas y ganaderos de la tierra, la gastronomía segoviana es protagonista destacada en la historia de los fogones, que siempre ha tenido copmo profesionales a excelentes cocineros.
La huerta de Segovia abastece de extraordinarias legumbres y verduras. Puerros, zanahorias, ajos y endivias, entre otras, son productos destacados de la Tierra de Pinares, en la zona de Cuéllar. Una de las especialidades de Segovia son los famosos judiones de La Granja, un plato ideal para los días más fríos.
No hay que olvidar la buena calidad de las setas y su abundancia y variedad, que cada otoño se pueden recolectar en los bosques y pinares de Segovia. Con ellas se elaboran recetas de cocina tradicional y nuevos platos imaginativos muy recomendables.
Para un segundo plato, Segovia no dispone de pesca propia, puesto que en los ríos de la provincia de Segovia sólo se da la trucha. No obstante, en los restaurantes segovianos disponen de variadas clases de pescado (rodaballo, merluza, lenguado, lubina, besugo, emperador...) suministrado a diario, además de una amplia oferta en mariscos.
El clima, la cultura y la diversidad paisajística han hecho del cordero y el cochinillo, asados en horno de leña, los dos productos más famosos y populares de Segovia. Pero los restaurantes de la zona también ofertan excelentes carnes de vacuno y ternera.
La oferta se completa con productos de caza menos, como liebres, conejos, perdices, palomas y aves de corral, como el pollo y el pato, criados con productos naturales. También hay productos de caza mayor, como el jabalí.
En cuanto a los embutidos, no debemos olvidarnos del chorizo de Segovia, así como de los jamones curados y todos los embutidos derivados del cerdo, como las morcillas y el lomo.
Para los más golosos, la gastronomía de Segovia nos ofrece postres dulces entre los que valdría la pena destacar las rosquillas, yemas, dulces producidos en diversos conventos de la zona, los famosos florones y soplillos, rosquillas ciegas y leche frita.